LOS NIÑOS Y LAS MENTIRAS: ¿CÓMO LAS PODEMOS ABORDAR?

Esta es una inquietud que muchas veces hemos recibido en la consulta, sobretodo en niños pequeños, ya que los padres se ven enfrentados a que comienzan a decir mentiras por diversos motivos y no saben cómo actuar. ¿Hasta qué edad son esperables?, ¿Es bueno catalogarlo como “mentiroso”?, ¿Cómo debemos actuar?

Todos los niños y niñas pequeños en algún momento de su desarrollo mienten. Algunas de estas mentiras son naturales y apropiadas, ya que tienen que ver con su mundo de fantasía, que poco a poco comienzan a diferenciar de la realidad. En todo caso, hay que prestar atención para que no se generalicen y se transformen en un hábito.

Antes de los 5 años, existen mentiras que son naturales y sin intención, debido a que la fantasía del niño se mezcla con la realidad en sus juegos y relatos. Una mentira de vez en cuando no tiene mayor importancia, pero cuando se mantiene pasada esta edad y se convierte en algo habitual hay que intervenir.

Los niños mienten por diversas razones, que son importantes tenerlas en cuenta y saber qué le puede estar sucediendo y cuál es la ganancia que obtiene con la mentira:

Para que no lo castiguen: “Tengo que decir que yo no he sido, para que no me castiguen”

Para conseguir algo que quiere. “Si digo que he hecho las tareas, conseguiré un premio”

Por una necesidad de aparentar frente a otros y ser aceptado. “Yo tengo el auto más grande del mundo, cuento esto para aparentar ser como los demás o mejor”

Por imitación de otras personas que mienten. “Mis papás mintieron en esto, es bueno mentir en determinadas situaciones”

Para mantener la estabilidad. “Si cuento esto, las cosas van a cambiar”

Por una dificultad para asumir la realidad. “Esto que estoy viviendo no me gusta, no es como debería ser, mejor es de esta otra manera”.

 

¿Cómo debemos actuar frente a la mentira?

Siempre es una buena idea no poner una etiqueta desagradable a un niño/a, como “mentiroso/a”, porque con esto van internalizando cómo son y hacen que se perciban de una manera negativa. Sin embargo, hay que abordar esta conducta cada vez que se manifieste, enseñándoles sobre la honestidad para evitar que las mentiras se vuelvan costumbre.

Es necesario fomentar la honestidad como un valor reconocido en la familia. Los niños aprenden qué valores son importantes por medio de actos y palabras, ya que son concretos y necesitan tener un modelo a seguir. Se puede conversar acerca de la sinceridad y honestidad con tu hijo/a señalándolo cuando surjan en libros, películas y experiencias cotidianas. Asimismo, cuando tu hijo/a cometa un error y admita la verdad, es importante reforzarlo positivamente por ser sincero, focalizarse en encontrar soluciones más que asignar culpas, y evitar gritarle o castigarlo. Es mejor involucrarlo en la búsqueda de soluciones, por ejemplo diciéndole “No importa cómo ocurrió, la lámpara está rota, que bueno que me dijiste la verdad, ¿qué vamos a hacer?”.

También es importante tener expectativas razonables y realistas, ya que a veces los niños/as mienten porque sienten que no están a la altura de los que esperan sus papás y creen que es más fácil mentir que decepcionarlos. Observa cómo reacciona tu hijo/a frente a errores y fallas y asegúrate de dar cabida a las imperfecciones. En base a lo anterior, enséñale a asumir sus errores cuando se equivoca. Por ejemplo si lo observas haciendo algo que no corresponde enséñale a decir “me equivoqué, perdón”. Las personas que se sienten cómodas admitiendo sus errores tienen menos necesidad de mentir para ocultarlos. Para esto es necesario crear un clima de confianza, cercanía y calidez en el hogar, donde el niño/a se sienta a gusto y contenido para que confíe en ti y pueda contarte la verdad.

Lo que no se debe hacer frente a las mentiras de tus hijos es hacer preguntas que lo conduzcan a mentir, por ejemplo si ves que tiene la cara manchada con chocolate y hay un papel sobre la mesa no le preguntes “¿Te comiste el chocolate que estaba en la mesa?”, sino que es mejor pronunciarse sobre un hecho diciéndole: “Parece que te comiste el chocolate sin pedir permiso”. Si sospechas que no está diciendo la verdad, pero no estás seguro, no lo acuses de mentir, ni menos de mentiroso. Sí es importante mostrar la duda frente al niño diciendo “Eso no me suena como la verdad”. Explícale cuál es la consecuencia de mentir, y cómo los otros van perdiendo poco a poco la confianza si esta conducta se vuelve recurrente.

Por último, si tu hijo/a está mintiendo, no asumas que es “malo” por hacerlo. Puede sentir miedo a confesar lo que ha hecho por temor a decepcionarte. Siempre hay que reflexionar y pensar por qué puede estar mintiendo y que está ganando con ello.

¿Cuándo preocuparnos?

Cuando la mentira se vuelve algo habitual en el niño, intentando persuadir y convencer a los demás de la realidad de sus relatos. También cuando la mentira surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en el niño o de temor en general.

En estos casos, es necesario pedir ayuda y consultar con una psicóloga infantil.

Enseñarle a tu hijo a decir la verdad toma tiempo, constancia y paciencia, pero no por eso hay que rendirse, ¡mucho ánimo en esta tarea!

 

Ps. M. Francisca Soto T.