ADOLESCENCIA Y ADICCIONES

Históricamente las drogas han estado en la vida cotidiana de las personas debido a que diariamente se consumen sustancias psicoactivas en distintas cantidades, lo que da cuenta de una dimensión no conflictiva de éstas. El poder consumirlas de manera no problemática, es decir, sólo ciertas sustancias y en bajas cantidades, es aún más complejo durante la adolescencia. Esta etapa es un período de crecimiento en donde se ponen en juego distintos factores, como la importancia que tiene la pertenencia al grupo, edad de mayor correlación con situaciones de riesgo, y una fase en donde se prueban cosas nuevas constantemente. Este artículo nos ayudará a entender cómo abordar las conductas de adicción, cuándo se vuelven problématicas y cómo explicarles sobre el alcohol y drogas a los adolescentes.

Para comenzar, es importante conocer lo que marca la diferencia entre un consumo problemático y no: el propósito y la cantidad. Por ejemplo, es distinto tomarse un café que tres bebidas energéticas (cada una equivale a 9 tazas de café). Por otro lado, se pueden agrupar las drogas en tres grupos: tranquilizantes, estimulantes y alucinógenos. Cada uno de estos grupos tiene algunas drogas que en sí son problemáticas y otras que pueden ser no problemáticas (según el nivel de consumo). De los tranquilizantes, las drogas problemáticas son la heroína, morfina y codeína y las no problemáticas son el alcohol y los ansiolíticos en bajas dosis. De los estimulantes, las problemáticas son la cocaína, anfetamina y pasta base y dentro de las no problemáticas están la coca cola, el café y la nicotina en bajas dosis. En los alucinógenos, las problemáticas son el floripondio, la hayaguasca, los hongos, el LCV y el ácido, y los no problemáticos son la marihuana en bajas dosis.

Al hablar de alcohol, es importante explicar que éste duerme el lóbulo frontal, el cual es el responsable de la ética, los valores, los criterios de lo correcto e incorrecto, es decir, regula el comportamiento. Generalmente quienes consumen alcohol buscan justamente limitar el funcionamiento del lóbulo frontal, mostrándose deshinibidos y tornándose más impulsivos y emotivos. Cuando el consumo de alcohol es regular, este cambio desde el control hacia lo impulsivo, pasa a ser duradero, pudiendo llegar al coma etílico. Es importante explicarles a los adolescentes que el alcohol se demora 20 minutos en llegar al cerebro, por lo que se debe tomar lento.

Por otro lado, la marihuana conlleva al síndrome amotivacional, es decir, genera una sensación que todo da lo mismo, lo cual es un problema porque se necesita cierta tensión en la vida para moverse y para estudiar. Los adolescentes y adultos que consumen muchas veces se encuentran con pocas ganas de hacer cosas, creen estar desinteresados o deprimidos, pero es sólo un efecto más de la marihuana. Es importante mencionarles esto para que sepan que al consumir, su desinterés y falta de energía se van a potenciar.

La nicotina, o el cigarro, es especialmente relevante, ya que se ha visto que las personas tienen una mayor vulnerabilidad para desarrollar una adicción cuando parten fumando durante la adolescencia. Son más susceptibles a los efectos positivos del cigarro en comparación con los adultos. Por lo mismo es fundamental retrasar la edad de inicio de todo tipo de sustancia psicoactiva, ya que así como el cigarro, cuando se empieza a consumir en la adolescencia, hay mayor probabilidad de generar adicción.

En cuanto a las relaciones familiares, se ha visto que los hijos que más consumen sustancias psicoactivas, son los de padres liberales, seguidos de los hijos de padres rígidos o autoritarios, y quienes menos consumen son los hijos de padres autoritativos (hay límites y jerarquía pero abiertos a escuchar y cariñosos). Es común que los adolescentes con conductas problemáticas y de consumo tengan una visión negativa de ellos llegando incluso a pensar “soy un mal hijo”. Que aparezca este lado más vulnerable de un hijo, habla que hay una relación de confianza en donde puede decir lo que le pasa, acá es fundamental no rechazar ni criticar, sino que poder contener. No sirve ponerse más exigentes y duros con los hijos que presentan conductas problemáticas, esto sólo acentuaría el problema.

Si un hijo o un cercano está presentando un consumo problemático, es fundamental que pueda recibir la ayuda que necesita. Lo primero es poder hablar en la casa sobre lo que está sucediendo, de modo que el hijo o hija sepa que puede contar con sus padres, que ellos se preocupan y quieren ayudar. Es fundamental acudir a un profesional si se evalúa que el consumo es problemático (altas dosis, recurrente en el tiempo, episodios de mucho alcohol o alguna droga, baja de notas, ausencia a clases, comportamiento más impulsivo o disruptivo, entre otros). El tratamiento que se recomienda está enfocado en distintos ámbitos: terapia individual, terapia familiar y fármacos, esto en un equipo de trabajo multidisciplinario.

Es importante no “esperar a que se le pase” o pensar que es “solamente una fase”, la persona con consumo problemático tiene un problema y necesita ayuda, y lo más importante, es que requiere a alguien que lo ayude para poder empezar un tratamiento multidisciplinario.

 

Ps. Alexandra Sclabos.