LA OTRA MIRADA DEL ABURRIMIENTO EN LOS NIÑOS

Es común escuchar que los padres se preocupan al notar que sus hijos/as constantemente dicen: “Mamá estoy aburrido”. Los niños/as son incansables, siempre desean hacer algo y es, cuando no saben qué hacer, que mencionan esta frase que a los padres los pone en aprietos. Frente a estos momentos, podemos elegir dos caminos: proponemos alguna actividad que sea del agrado de nuestro hijo/a, por ejemplo salir a la plaza, pasarle algún aparato electrónico, jugar a algo juntos; o bien eliminar el aburrimiento de su hijo/a, optando porque se aburra. En esos momentos, el niño/a puede que se ponga de mal humor, comience a hacer una pataleta, llorar, hasta quedar, en algunos casos, castigado por presentar tal comportamiento. Entonces nos preguntamos, ¿cuál de estos dos caminos es el que más se recomienda? Para poder responder esta interrogante es preciso entender lo que sucede en el mundo de hoy. Actualmente, los tiempos están totalmente estructurados, existe un momento para levantarse, ir al colegio, hacer las tareas, entre otras. Sin embargo, nos estamos olvidando que también deben existir tiempos no estructurados, espacios donde podamos inventar qué hacer, sin la dependencia que otra persona me proponga tal cual lo que debo hacer. Los niños/as están tan acostumbrados a que nosotros propongamos y no logran, a veces, plantearse juegos o ideas nuevas.

Pero, ¿qué es el aburrimiento? Se entiende por aburrimiento una sensación desagradable provocada por la ausencia de diversión o de interés en algo. Podríamos quedarnos con la idea de que es preciso hacer algo inmediato con el aburrimiento, ya que nuestro hijo/a no lo está pasando bien, pero esta sensación puede utilizarse como un recurso positivo para él, ya que acarrea una serie de beneficios. La sensación de aburrimiento permite que se ponga en marcha la creatividad, ya que en el intento y deseo por abandonar la ausencia de diversión, comienzo a buscar nuevas ideas. Si privamos a los niños/as de este motor, respondiendo con una actividad estructurada, terminamos opacando esa gran oportunidad para que nuestro hijo/a invente y/o cree algo. El desafío está en buscar formas de divertirse que se diferencien de lo cotidiano y estructurado. Esto no quiere decir que, de vez en cuando, podamos apoyar la sensación de aburrimiento proponiendo alguna actividad divertida, pero tenemos que reflexionar sobre la frecuencia de estas propuestas, cuáles son y si somos capaces de involucrarnos en alguna de ellas. Los niños/as también disfrutan el poder jugar con sus padres y pasar un momento agradable con ellos. Si vamos equilibrando estos tiempos, entonces la necesidad de dependencia debiese ir disminuyendo.

Pues bien, si tu hijo/a tiene dificultad para elegir una actividad, puedes crear una lluvia de ideas y ponerlas todas en un tarro, “el tarro del aburrimiento”, en el que se incluyen varias ideas escritas en papeles pequeños. De esta manera, cuando diga “estoy aburrido/a”, podrá escoger 3 papeles del tarro y elegir uno de los juegos. Alguna de las actividades que puedes incluir pueden ser por ejemplo: Saltar en un pie por toda la casa, hacerle un dibujo a la abuela, poner música y bailar, buscar formas en las nubes, andar en bicicleta, ordenar la pieza, disfrazarse, recortar fotos de revistas y hacer un collage, cocinar algo rico, leer un libro, llamar a un amigo/a, saltar la cuerda, hacer burbujas, jardinear, taparle los ojos a tu hermano/a y llevarle a dar una vuelta por la casa y el jardín, y luego intercambian, jugar a algún juego de mesa, dibujar o escribir con la mano contraria, entre otras.

Autora:

Ps. Pilar Balmaceda Bull