Una de cada tres mujeres declara haber vivido algún tipo de violencia física por parte de su pareja o expareja. En los últimos meses nos hemos visto enfrentados, como sociedad, a diversos casos que han estremecido a nuestro país. Éste es uno de los factores de peso que determinó la creación del Ministerio de la Mujer y de la Equidad de Género, de modo de establecer mejores y más poderosas estrategias para prevenir las trágicas muertes de mujeres en manos de sus parejas.
La violencia en las relaciones está muy extendida, ocurre a todo nivel y edad, y en tantas formas e intensidades, que a veces fallamos en reconocer su significado y su impacto. Llegamos incluso a normalizarla. Recordemos que en Chile, el 2015 hubo 45 femicidios, y en lo que va de este año, ya han ocurrido 15.
Ahora bien, el problema va mucho más allá de estas situaciones extremas: se inicia con conductas que no necesariamente implican una transgresión física y luego se van sucediendo otras conductas en una escalada. Y no es exclusiva de las relaciones adultas, sino que también se presenta en las relaciones adolescentes de pololeo; y es precisamente desde este punto que tenemos que comenzar a reconocer los riesgos y prevenir.
Según la 7ª Encuesta Nacional de Juventud, en parejas de entre 15 y 19 años, un 10,7% ha experimentado violencia psicológica y 4,6% violencia física, pero es difícil que los mismos jóvenes la reconozcan, pues las primeras manifestaciones de violencia son sutiles y gradualmente van aumentando en intensidad y frecuencia. Se sabe que la violencia en el pololeo es la antesala de la violencia en el matrimonio y/o convivencia posterior.
La violencia relacional se refiere a cualquier intento de control o dominio sobre la otra persona, de tipo físico, sexual o psicológico, causando algún nivel de daño. Y esto puede ser ejercido tanto desde el hombre hacia la mujer como desde la mujer hacia el hombre. Se desarrolla en un continuo de coerción interpersonal que va desde la afirmación de poder con argumentaciones, hasta el abuso de poder llegando al uso de fuerza física.
En su aparición se conjugan varios factores, siendo muy importantes los de tipo sociocultural: transmisión transgeneracional de la violencia, (por ejemplo jóvenes que en sus familias de origen han estado expuestos a violencia entre los padres), la influencia de los medios de comunicación, los roles rígidos de género predominantes en nuestra sociedad (por ejemplo adolescentes hombres que en la interacción con su grupo de pares encuentran un refuerzo positivo por un estilo comunicacional que denigre y trate como objeto a la mujer). Además nos encontramos con sistemas de creencias en que el maltrato ejercido se ve como producto de un problema mental, por lo que el agresor es disculpado por una conducta que se cree “inevitable”; y donde además se culpabiliza a la mujer por las conductas agresivas de la pareja.
Para detener la violencia entonces, necesitamos un cambio cultural de base, y un primer paso importante es saber reconocerla:
¿Cómo se manifiesta la violencia en una relación de pololeo?
Violencia física: zamarreos, empujones, golpes de puños o pies o con objetos, intentos de estrangular,
Violencia psicológica: amenazas de causar daño a algún ser querido, de muerte o de suicidio; negarse a aceptar el término de la relación y acosar, escenas de celos, acusaciones de infidelidad, chantaje emocional, criticar la forma de vestir, criticar la forma de ser, sentir o pensar, gritos, humillaciones privadas o públicas, insultos, etc.
Violencia social: prohibición de salir sola(o), posteo de comentarios o imágenes inapropiadas en redes sociales, revisar mail, celular o redes sociales de la pareja, controlar salidas y horarios, control y elección de las amistades de la pareja, etc.
Violencia sexual: relaciones sexuales sin consentimiento, prácticas sexuales denigrantes, etc.
Después de las peleas hay arrepentimiento y promesas de que esto no se volverá a repetir, pero luego se vuelve a caer en lo mismo.
¿Qué consecuencias puede traer la violencia en el pololeo?
Además de los efectos físicos (lesiones) y psicológicos (síntomas depresivos, abuso de sustancias, baja autoestima), existen también efectos sociales de la violencia en el pololeo: pérdida de amigos, conflictos con los padres, pérdida de libertad personal, temor a tener pareja nuevamente y abandono de proyectos de vida, entre otros.
Si no se conocen muy bien los límites de una relación de intimidad, se pueden confundir los empujones, celos y amenazas, como un signo de amor y cuidado. Pero al reconocer la violencia, se puede escapar de ésta, intervenir evitando intercambios hostiles con la pareja, mejorar la relación, y si esto no es posible, terminarla…
Si tú, adolescente o joven, al leer esto, encontraste signos de violencia que pueden estar ocurriendo en tu relación, abre el tema, conversa con tus amigos y tus padres, busca ayuda.
Si usted, padre o madre, tiene un hijo o hija adolescente que tiene una relación de pololeo, es importante que conozca a la pareja, y que se mantenga una relación de confianza con los hijos para que puedan hablar de este tema y brindar el apoyo necesario.
Dra. Viviana Egaña Quintana
Psiquiatra Infanto Juvenil