Es algo cotidiano escuchar a una madre decir con tono abrumador y angustioso que “no sabe qué hacer con su hijo adolescente”. Uno suele preguntarse ¿qué pasó?, ¿por qué tendemos a olvidar cómo vivimos ese período?, ¿cómo nos sentíamos y nos comportábamos?, ¿cómo eran nuestro amigos?, ¿cómo reaccionaban nuestros padres o los adultos a nuestro alrededor? Algo debe suceder en la adultez, que nos hace olvidar y observar a los jóvenes con asombro e incertidumbre. Asimismo, algo tiene esta etapa tan especial que hace que los padres o adultos que conviven con adolescentes, aumenten sus niveles de angustia y se sientan sin herramientas para acompañar a sus hijos en esta travesía que se llama “adolescencia”. Por otro lado, suele asombrarnos cuando los padres minimizan conductas de riesgo o cambios en el estado de ánimo del joven, expresando que éstas deben ser consecuencias del período en que se encuentran o como muchas veces dicen “de la edad del pavo”. Lo anterior genera un dilema, ¿cuándo debemos preocuparnos por el adolescente?, ¿cuándo acompañar al adolescente, pero sin angustiarnos? Estas preguntas son difíciles de contestar dado que cada joven es único y proviene de una familia diferente. Lo anterior se suma el hecho que muchas veces la propia familia pasa por alto que también pueden estar atravesando una etapa de cambio o de nuevas configuraciones en sus relaciones. Lo anterior también nos hace preguntarnos ¿es el joven el que necesita ayuda o es la familia?
Este artículo tiene como objetivo entregar ciertos contenidos que podrían ayudarlos a ustedes los padres y al resto de la familia a recorrer el camino de la adolescencia con mayor sensibilidad a los cambios de sus hijos.
Podemos dividir el período de la adolescencia en tres etapas para comprender los cambios que enfrentan los jóvenes y sus familias (Minucci, 2005):
Primera adolescencia temprana: entre los 11 y los 13 años.
Una de las características más notorias de esta etapa son los cambios físicos. Además con éstos cambios aparece mayor preocupación por los roles de género, dado que el adolescente busca encontrar la aceptación y un lugar en su grupo de pares. Los padres pueden sentir que su hijo se aísla o que toma distancia de las actividades familiares preocupándose en exceso por éste o exigiéndole mayor dedicación familiar. Por otra parte, comienza a desarrollar un pensamiento operativo formal lo que le permite pensar de manera más abstracta y no necesitar de lo concreto. Lo último, le da la posibilidad de crear argumentos lógicos, por lo que es capaz de defender sus ideas frente a los adultos, lo que puede ocasionar conflictos con los padres dado que las normas impuestas pueden entrar a ser juzgadas por el joven. En relación a su desarrollo moral aún no es capaz de ponerse en el lugar del otro o considerar la opinión de los demás como igual, por lo que siempre defenderá su punto de vista (Minucci, 2005). El adolescente, comienza a darle un lugar a su propio proceso de individuación, por lo que la familia debe configurar nuevos límites en sus relaciones y a la vez nuevas normas y reglas en torno a éstas.
Adolescencia media: entre los 14 y 16 años.
En esta etapa, el adolescente comienza a tomar conciencia sobre su propia sexualidad y tomar interés sobre el sexo. Dado lo anterior, es que comienza a formar nuevas relaciones con sus pares, pero ahora considerando al grupo del sexo opuesto (Minucci, 2005). Los adultos deben conversar con los jóvenes y entregarles información de manera clara y precisa con el fin de prevenir conductas de riesgo. Los jóvenes continúan buscando vínculos con sus pares, y comienzan a tomar decisiones morales en busca de la aprobación externa de sus compañeros. Los adultos muchas veces comienzan una discusión con el joven dado que el desarrollo moral de ambos es diferente, el padre busca el bien de la familia y el adolescente busca la aprobación del grupo de amigos. Por otra parte, el adolescente comienza a actuar de manera más autónoma, por lo que los padres podrían sentir que no son reconocidos o considerados, generando tensión en el sistema familiar. El adolescente, ya no pasa la mayor parte del tiempo en el hogar siendo cada vez más independiente, sin embargo, continúa dependiendo de sus padres. Esta relación ambivalente puede ser angustiosa, por lo que los miembros de la familia deben buscar maneras diferentes de relacionarse que integren ambos aspectos (Carrasco, 2006).
Última adolescencia o adolescencia tardía: entre los 17 y 19 años.
En este período el adolescente comienza a consolidar su propia identidad, lo que puede traer conflictos ya que las expectativas que tiene de sí mismo y las de su familia pueden ser diferentes, por consecuencia las familias deben fomentar la negociación entre padres e hijos, con el fin de promover el respeto mutuo (Fishman, 1990; Minucci, 2005). Asimismo, establece relaciones íntimas con otros (relaciones amorosas) y además debe continuar con los vínculos íntimos con su familia, por lo que el sistema familiar está obligado a aceptar a un nuevo miembro en la familia (Carrasco, 2006). Otra temática en esta etapa es el alejamiento del hijo por razones de trabajo o de estudio, por lo que hay mayor exigencia de autonomía, lo que puede entrar en conflicto cuando la exigencia es diferente entre padres e hijos, dado que aún es ambivalente la relación vincular (Carrasco, 2006; Minucci, 2005).
En este artículo se resumen las distintas exigencias que los adolescentes y las familias sostienen en estas etapas, sin embargo no se pretende establecer los parámetros para una adolescencia “normal”, dado que cada contexto lo definirá a su manera.
Bibliografía:
Fishman, H. (1990). “Tratamiento de adolescentes con problemas”. Buenos Aires: Ediciones Paidós.
Micucci, J (2005). “El adolescente en terapia familiar”. Buenos Aires: Amorrortu.
Carrasco, E. (2006). Terapia familiar orientada al desarrollo adolescente. En A. Roizblatt Terapia familiar y de pareja (pp. 426-434). Chile: Mediterráneo
Películas Recomendadas:
Thirteen (2003) dirigida por Catherine Hardwicke.
Las vírgenes suicidas (1999) dirigida por Sofía Coppola.