CUANDO LOS HIJOS NO HACEN CASO.

La falta de obediencia de los hijos hacia los padres es un motivo frecuente de consulta. Es común que esta conducta genere una respuesta inadecuada por parte de los padres, intensificando este comportamiento. En este artículo aprenderemos cuándo las conductas de desobediencia son esperables dentro de la etapa del desarrollo de los niños y adolescentes, cómo afrontarlas y cuándo es necesario consultar con un especialista.

Existen dos periodos de oposicionismo normales en el desarrollo; el periodo preescolar y el periodo adolescente. Estos tipos de conductas se deben entender como parte del crecimiento de los niños y adolescentes, siendo comportamientos esperables, que permiten el desarrollo de la autonomía.

En la evolución normal del preescolar es central el proceso que va desde la dependencia hacia la autonomía. A partir de los 2 años el niño empieza a experimentar el sentimiento de autonomía respecto de sus padres y del resto, sintiendo frustración cuando se le coarta su deseo de lograr algún objetivo, y en algunos casos, puede llegar a incurrir en pataletas. Entre los 2 y 4 años ocurre la etapa de los “no”, que es una manifestación de este mismo fenómeno: diferenciarse del resto como un ser individual, autónomo y con deseos propios.

El reconocimiento de su propia individualidad como un sí mismo, debe ser confirmado por los padres, quienes deben ir aceptando las conductas de individualidad, como el negativismo, sin caer en el hipercontrol del niño. Éste, a su vez, debe ir internalizando normas y límites, valores y conductas socialmente aceptados que le promueve la familia, e ir aprendiendo a tolerar la frustración, logrando una mayor regulación de sus emociones e impulsos. Hay límites que el niño deberá aprender a respetar que son prioritarios, pero hay otros aspectos no prioritarios frente a los cuales los padres pueden flexibilizar para permitir que el niño ensaye su autonomía.

El oposicionismo y las pataletas dependerán mucho del temperamento del niño, que influye en la tolerancia a la frustración y capacidad de regular las emociones, pero también de la manera en que reaccione el ambiente frente a ello. Los comportamientos oposicionistas normales y propios del desarrollo pueden mantenerse y acentuarse por un trato familiar poco adecuado.

En efecto, hay estilos de crianza que agravan el oposicionismo. Por ejemplo, cuando los padres no están aliados, estilos de crianza muy distintos entre sí, inconsistencia en las normas y límites, predominio de relaciones simétricas entre padres e hijos sin claridad acerca de quiénes constituyen las figuras de autoridad, la hipercorrección y el hipercontrol, y finalmente, el entrar en constantes discusiones con el niño formando verdaderas escaladas donde ambas partes se desregulan y descontrolan en una lucha de poder.

También el comportamiento desobediente puede aparecer como expresión de rabia frente al maltrato físico o psicológico. En algunos casos estas conductas se producen porque existe un problema de desapego con los padres y entonces los menores lo utilizan como una forma de vincularse y atraer la atención de ellos. Y por último, aparecen como reacción emocional frente a algún evento estresante, como conflictos familiares.

Las pataletas normalmente duran un tiempo limitado y a partir de los 4 años deben ir disminuyendo en intensidad y frecuencia para desaparecer hacia los 6 años. Sin embargo, las pataletas pueden convertirse en un problema cuando el niño las utiliza como un mecanismo para lograr todo lo que desea. Esto sucede cuando los padres son inconsistentes para manejar la situación, es decir, a veces castigan al niño y otras veces lo dejan hacer lo que quiere. Muchas veces los padres ceden ante las pataletas y no existe consistencia en la crianza.

Es necesario que los límites se implementen con cariño, calma y con una actitud controlada. Jamás hay que descontrolarse, amenazar, gritar o golpear al niño durante una pataleta. Simplemente hay que darle el mensaje con tranquilidad y cercanía, expresarle que uno entiende que esté enojado, pero eso no implica que deba hacer lo que desee, para así finalmente darle tiempo para que se calme. Una vez que se calma y cumple lo solicitado, hay que felicitarlo. Los dos padres deben estar alineados en este proceso, de esta manera, el niño aprenderá que calmándose puede expresarse y ser escuchado, y que las pataletas no son la manera a través de la cual obtiene lo que desea.

En la adolescencia surge nuevamente la necesidad de diferenciarse de los padres y del resto, comenzando el rechazo a las imposiciones como necesidad de autoafirmación como persona única, y como camino para la definición de su propia identidad. El rechazo de la obediencia revela la necesidad de autonomía del adolescente, ya que comienza una etapa en el cual debe ir logrando definir y afirmar una posición personal frente a las cosas, caracterizada por opiniones, sentimientos y actitudes que reconoce como propias y que debe defender para afianzar su identidad, en un proceso de auto descubrimiento personal. Puede agravarse frente a padres muy autoritarios, que quieren disciplinarle demasiado, sobrecontroladores o muy sobreprotectores que no permiten el crecimiento y la independencia del hijo. Pero también puede ser signo de la existencia de algún problema de autoestima, trastorno del ánimo, o algún otro conflicto o involucramiento en conductas de riesgo. Los padres deben permitir la expresión de sus hijos, validar sus opiniones y connotar sus logros de manera positiva, flexibilizar en torno a los límites transando y negociando con ellos, y proteger los espacios compartidos en familia para que se den las instancias para saber en qué andan sus hijos.

¿Cuándo consultar?

En el caso de los niños, se sugiere consultar a un profesional cuando: las conductas oposicionistas sean inmanejables por parte de los padres, los padres se sientan sobrepasados, las conductas se prolonguen en el tiempo más allá de los periodos establecidos, sean de alta intensidad y/o frecuencia, existan conductas agresivas hacia sí mismo o hacia terceros, afecten la adaptación del niño en diferentes contextos, produzcan malestar intenso en el niño o en el ambiente, o que los padres hayan perdido el control utilizando el castigo físico.

En el caso de adolescentes, se sugiere consultar a un profesional cuando se comiencen a deteriorar de manera significativa las relaciones intrafamiliares, existan escaladas frecuentes que conduzcan al descontrol, el adolescente se involucre en conductas de riesgo y que este comportamiento genere conflictos en diversos contextos.

Dra. Javiera Mayor

Psiquiatra Infanto Juvenil