La resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e inclusive, ser transformados por éstas. Frente a esta definición se podrán preguntar: ¿De dónde proviene? ¿La resiliencia se limita sólo a un número de personas afortunadas?
De ninguna manera, todos podemos volvernos resilientes. El desafío es encontrar la manera de promoverla en cada persona, tanto individualmente como en las familias y comunidades. Todos tenemos el potencial para enfrentar, superar y hasta crecer a partir de la adversidad ¿Qué necesitamos para que suceda?
La resiliencia se puede incentivar en cualquier etapa de la vida en que nos encontremos y va a depender del logro de ciertas habilidades para conseguirla, dentro de las cuales están: la autonomía, la iniciativa, la aplicación y la identidad (Erickson, 1985). El punto de partida es la confianza, entendida como la seguridad en uno mismo y/o en los demás. Para esto se pueden realizar las siguientes preguntas: ¿Es usted una persona en la que se puede confiar? ¿Es usted honesto? ¿Es respetuoso de la información que se le da?
Luego, la autonomía es la capacidad de tomar nuestras propias decisiones (independencia y libertad). Para promoverla en nuestros hijos podemos hacerles ver que está bien que cometan errores, que pueden aprender de éstos y darles la oportunidad de poner a prueba sus propias capacidades para lograr el éxito, porque el tropiezo se convertirá en crecimiento personal siempre que exista apoyo interno y externo. Contarles sobre nuestros fracasos antes de lograr un éxito y que los errores no son algo de lo que uno deba avergonzarse, y de esa forma alentar a correr el riesgo de cometerlos.
A su vez, la iniciativa se puede desarrollar incentivando que ellos decidan qué es aquello que les gustaría hacer. Podemos hablar sobre la manera de organizar planes con sus amigos, ayudarlos a reconocer diferentes posibilidades de poner en práctica estos planes, considerar las consecuencias que puedan aparecer y cambiar lo que sea necesario.
La aplicación es la capacidad de llevar a cabo una tarea de manera diligente o autónoma. Podemos incentivar el desarrollo de ésta brindando ayuda a nuestros hijos para asumir las responsabilidades en sus trabajos o hacer que se sientan orgullosos de sus logros. Se recomienda hablar con ellos para que busquen desarrollar la cooperación mirando a su alrededor y decidir con quién podrían trabajar en conjunto y sentirse cómodos.
Por último, la identidad se desarrolla durante la adolescencia, y refiere a poder responder preguntas tales como ¿Quién soy yo? ¿Cómo me veo con respecto a otros de mi edad? Y así de a poco ir respondiendo hacia dónde continúo mi camino. Muchos adolescentes que no pueden tener respuestas satisfactorias a estas preguntas, comienzan a dudar de sí mismos y a sentirse inseguros en cuanto a quiénes son realmente. Sienten que nadie los comprende, incluso ellos mismos. Pueden encontrarse totalmente confundidos en cuanto a las actitudes que deben tomar y cuál es su papel en la vida. Estos sentimientos de inseguridad pueden generar frustraciones, enojo y sensación de desesperanza. Muchas veces estos jóvenes se vuelven agresivos y/o depresivos. Una puerta de entrada para comenzar a promover la identidad puede ser ayudar en el desarrollo de las capacidades interpersonales y en aquellas que ayudan a la resolución de conflictos. Lo podrían hacer discutiendo acerca de las capacidades interpersonales que tienen los otros y por otro lado, aquellas que necesitan. Las capacidades sociales incluyen el hacer amigos que nos desafíen de manera constructiva, aprender a escuchar y a saber cómo expresar nuestro enojo, decepción, desacuerdo y empatía. Tal vez tendremos que comenzar a trabajar con un vocabulario sobre las emociones, ya que muchos adolescentes e incluso adultos no pueden describir con precisión sus sentimientos o contarle a alguien cómo se sienten exactamente. Algunos desconocen cómo ser un buen amigo y necesitan ayuda para lograrlo: mostrar lealtad, compartir, ayudar y confiar.
Finalmente les comparto una guía sugerente que apoya el desarrollo de la resiliencia en jóvenes:
– Equilibrar la autonomía con la ayuda, que debe estar siempre disponible pero no impuesta.
– Moderar las consecuencias de los errores con amor y empatía, de manera que el joven se permita el fracaso sin sentir demasiado estrés o temor a la pérdida de la aprobación o del amor.
– Dialogar y negociar sobre algunos límites para aumentar la independencia; conversar sobre las nuevas expectativas y nuevos desafíos.
– Incentivar al adolescente a aceptar la responsabilidad de las consecuencias de su comportamiento, mientras se le demuestra confianza y optimismo sobre el resultado esperado y deseado.
– Alentar y moderar la flexibilidad para elegir distintas formas de resolver un problema. Por ejemplo, ante una situación muy difícil, buscar ayuda y no permanecer solo. Demostrar empatía en vez de continuar ofuscado y miedoso. Compartir los sentimientos con un amigo en lugar de continuar sufriendo solo.
Ps. Pilar Balmaceda.
Cita: Henderson, E. (2013). “La resiliencia en el mundo de hoy, como superar las adversidades”. Editorial Gedisa