Es muy frecuente que recibamos en nuestra consulta psicológica a niños con diversas problemáticas, desde alteraciones del ánimo, ansiedad, dificultades para lidiar con las frustraciones propias de la vida, conflictos interpersonales, entre muchos otros trastornos que generan sufrimiento. Incluso hoy en día, los padres prácticamente asumen que los niños en algún momento u otro tendrán que consultar al psicólogo(a). Las razones son múltiples y dignas de un extendido análisis, sin embargo, en esta oportunidad pondré el énfasis en la prevención con el fin de fomentar una mejor salud mental en los niños. Actualmente el campo de las neurociencias ha hecho un gran aporte en cómo desarrollar un “cerebro sano”, en donde muchos investigadores han aterrizado el árido campo del desarrollo cerebral a estrategias simples y sin costo alguno (más allá de tiempo y dedicación) que se pueden aplicar día a día con nuestros hijos.
Un gran ejemplo de ellos es el Dr. Daniel Siegel que ha hecho una enorme contribución en este campo. Él plantea que un niño sano mentalmente, que es capaz de mantener su bienestar, tomar decisiones adecuadas, tolerar el estrés, desarrollar vínculos enriquecedores, superar desafíos y dificultades, y regular sus emociones, tiene a la base un “cerebro integrado”. Por ende, un cerebro sano es uno que funciona en forma coordinada e integrada entre las distintas áreas y sus funciones. Esto implica una “integración horizontal” entre ambos hemisferios, es decir, entre la parte lógica, lingüística, lineal y literal con la parte intuitiva, no verbal, emocional, experiencial y autobiográfica. Y además con una “integración vertical” que tiene que ver con la conexión entre las áreas más “bajas” y primitivas del cerebro (relacionadas a la supervivencia, necesidades básicas, impulsos) hasta las más “altas” que nos entregan perspectiva del mundo y pensamiento analítico. Dichas partes son responsables de la toma de decisiones y planificación, el control de las emociones, la comprensión de uno mismo, la empatía y el desarrollo moral. Por lo tanto, si la parte “alta” está funcionando apropiadamente podrán regular sus emociones, pensar antes de actuar y considerar los sentimientos de otro.
Si bien el ritmo del desarrollo cerebral está bastante influenciado por nuestros genes, las experiencia mismas y cómo “usamos” dichas experiencias en cada momento puede influir en qué tan bien el cerebro se desarrolla hacia la integración. Por lo tanto, existen maneras concretas y demostradas empíricamente en que se puede, a través de la crianza, fomentar una mayor integración, tanto horizontal como vertical en el cerebro. Detallo algunas de las desarrolladas por el Dr. Daniel Siegel:
1.Conectar y redirigir: surfeando las olas emocionales: Cuando tu hijo(a) esté molesto, enojado, furioso, frustrado o asustado, es el mejor momento para ayudarlo a regular sus emociones. Paso 1: Conectar con su hemisferio derecho, es decir, ponerte a su altura visual, usar un lenguaje corporal de entendimiento y afecto. No discutir, ni enseñar nada hasta que vuelva a la calma. Paso 2: Redirigir una vez en calma a su hemisferio izquierdo. Estará mucho más receptivo a escuchar consecuencias y aprendizajes. También puedes ayudarlo a descubrir por sí mismo las soluciones.
2.Contar historias para calmar grandes emociones: Incentivarlos a contar un cuento con lo que les sucedió, de principio a fin. Esto ayudará a que le encuentre un sentido a la experiencia y así sentirse con mayor control. Con los más pequeños hay que construir la historia juntos y con los niños más grandes se les puede hacer preguntas como : “¿Y qué pasó después de que ese niño te insultara?”,“¿Cuál fue la parte que más te molestó?” ¿Y después como reaccionó la profesora?.
3.Comprometerse antes de enrabiarse: En situaciones de frustración necesitamos que ellos aprendan a calmarse en vez de aumentarles la respuesta de estrés en el cuerpo. Por lo tanto, es importante ser creativos y no abusar de la frase “eso no se hace” y transformarlas en preguntas. Por ejemplo: “¿Cómo me podrías decir lo mismo de una manera más respetuosa?” Y felicítalo(a) si entrega respuestas reflexivas.
4.Estimula el uso de la reflexividad en forma constante, bajo el lema: si no se usa se pierde. Así como le enseñas las formas, letras y colores, también puedes hacerles preguntas que les permitan reflexionar y encontrar soluciones. Además es favorable que aprendan a tomar decisiones por sí mismos. Ejemplos: “¿Qué harías si encontraras un peluche que no te pertenece?” “¿Por qué es importante ser amable con tus amigos?” “¿Qué le aconsejarías a tu amiga?”
5.Ejercita con ellos la memoria: En el auto, en la mesa, donde sea, ayuda a tu hijo(a) a recordar, por ejemplo, momentos importantes, experiencias familiares, etc. También se puede hacer de forma lúdica, por ejemplo con juegos de quién recuerda más detalles de algún evento.
6.Ayúdalos a notar y entender sensaciones, imágenes, emociones y pensamientos que perciben en su interior.Para esto es importante preguntarles acerca de cómo se sienten, qué necesitan, que imágenes tienen de los recuerdos, etc. Por ejemplo si un niño dice que no quiere dormir solo, se le puede preguntar por la emoción, la imagen que le genera miedo, y ayudarlo a cambiar esa imagen por una que le de seguridad. En la misma línea, cuando aprenda a tomar atención a sus estados internos también podrá hacerlo con otros, favoreciendo sus relaciones interpersonales.
7.Dejar pasar las nubes emocionales: Si bien es importante que los niños reconozcan sus sentimientos y sean capaces de poner atención a sus estados emocionales, necesidades y sensaciones, también es necesario que entiendan las emociones como son: temporales y cambiantes. En promedio una emoción se inicia y termina en 90 segundos.
8.Aumenta el factor de entretención en familia: Procura que existan rituales familiares de diversión y momentos agradables de compartir. Esto permite que disfruten de emociones agradables y experiencias satisfactorias. Tener recuerdos positivos es importante para afrontar situaciones difíciles. Jueguen con sus hijos, canten canciones, ríanse juntos, transforma luchas de poder en momentos divertidos, vean una película en familia, bailen, salgan en bicicleta y todo aquello que los niños recordarán como momentos felices.
Estas son sólo algunas estrategias que se detallan en su libro “The Whole-Brain Child”, el cual recomiendo a todos aquellos interesados en fomentar un desarrollo psicológico sano en sus hijos.
Ps. Claudia Brett G.