“Cada vez que salimos del jardín, viene un llanto inconsolable y Pedro no quiere nada. Le pregunto si quiere irse a la casa y me grita “¡No!” Luego le pregunto si quiere quedarse en el jardín y me dice “¡No mamá!” Inmediatamente le digo “¿Quieres tu mantita favorita?” A a lo que responde, “No mamá, no quiero nada, nada, y nada”. Y tiene razón, no quiere nada, se ve muy abrumado. Es así como mis estrategias de manejo de pataleta no funcionaban mucho, y me di cuenta que el silencio y la calma eran la solución. Al parecer lo mismo ocurría en lugares con exceso de ruidos, como centro comerciales o luego de un cumpleaños infantil”.
Justamente lo que le ocurre a Pedro no es una pataleta, aunque tiene la forma y contenido muy parecido. Es una llamada crisis sensorial, causada por un exceso de estímulos sensoriales, emocionales o situaciones estresantes. En general estas crisis las vivencian principalmente los niños (as) que cuentan con algún trastorno de la línea del desarrollo como autismo y asperger, pero también pueden ser vivenciadas con una menor intensidad por niños (as) e incluso adultos que no padecen el trastorno. Lo importante es poder diferenciarla de una pataleta común, que se caracterizan cuando el niño (a) está tratando de obtener algo que quiere o que necesita, y se detiene justamente cuando lo obtiene o cuando se da cuenta que no lo alcanzará de esa forma. Las crisis sensoriales no se terminan cuando consigue lo que quiere, e incluso tal como le sucede a Pedro, puede que el niño (a) ni siquiera sepa qué es lo que quiere. Las crisis ceden, ya sea por agotamiento del niño (a), o porque el exceso de información disminuye.
A continuación les mostraré algunos consejos que permiten un mejor manejo de los niños (as) en estas crisis.
Primero, mantener la calma y alejar al niño(a) del lugar que genera estrés o hiper estimulación. La idea es llevar al niño a un lugar de calma, sin mucho ruido en donde pueda descansar de la cantidad de estímulos que está recibiendo.
Segundo, evitar entregar sermones ni mucho menos retarlo. Recordar que el niño (a) no tiene control sobre lo que le está sucediendo, simplemente necesita calma y ojalá hablar poco, despacio y lento.
Tercero, detectar los principales gatilladores de la crisis, los cuales pueden ser un exceso de ruido, mucha gente, muchas luces, hiperexcitación o un cambio de rutina. Cada niño (a) es distinto, lo importante es conocer qué contexto le está generando ese estrés y en qué horarios (por ejemplo en las mañanas, a media mañana, después de almuerzo, antes de acostarse). En los casos en que se pueda evitar el contexto estresante, evitarlo o estar preparado para una contención emocional con mucha calma y paciencia.
Cuarto, identificar sus conductas de escalamiento. Las conductas de escalamiento son aquellas señales que indican que una crisis sensorial viene en camino, y una de las estrategias más efectivas para estos casos es la distracción. Algunas de estas conductas son:
• Inquietud motora.
• Dificultad para pensar claramente, tomar decisiones o responder preguntas.
• Repetición de preguntas y pensamientos.
• Quejas somáticas (dolores estomacales, dolores de cabeza)
• Intento de bloqueo de información sensorial con conductas de escape o de escondite.
• Dificultad en seguir instrucciones.
Las crisis sensoriales no son de fácil manejo, es por eso que informarse acerca de ellas permite un mejor afrontamiento familiar cuando éstas ocurren, sobre todo para las que tienen una mayor intensidad.
En caso de requerir mayor información no duden en escribirnos a info@transiciones.cl .
Ps. Mariana Elgueta A.