Mindfulness o Atención Plena son conceptos que han estado en boga en las disciplinas de la salud mental, a raíz de la fuerte necesitad de tranquilidad, de paz, y de calma que surge en un ambiente que es cada vez más competitivo, exigente, acelerado y estresante. Los índices de estrés y depresión aumentan día a día y los niños no son la excepción a este problema. Lamentablemente los conflictos familiares, la falta de tiempo y conexión con los padres, las excesivas exigencias académicas, el acrecentado individualismo, el abuso del uso del celular y la tecnología, entre otros factores, hace que los niños funcionen en forma muy similar a los adultos de hoy, es decir, tienen preocupaciones constantes, trabajan académicamente gran parte del día, pasan bastante tiempo solos en las tardes y vemos cada vez más cómo van surgiendo los síntomas de ansiedad, de frustración y de falta descanso.
Ahora que estamos en periodo de pruebas de fin de semestre, gran parte de los niños llegan exhaustos a las sesiones psicológicas y en adolescentes las licencias para cierres adelantados de semestre abundan en las consultas psiquiátricas. No es menor y da pie para la reflexión. ¿No deberían los niños ir al colegio para aprender conocimientos y valores para ser mejores personas, para luego tener tiempo para jugar y disfrutar? Como ya se ha mencionado en artículos anteriores, el juego es absolutamente necesario y primordial para la salud mental infantil, y en su contraparte el estrés prolongado deteriora el desarrollo cognitivo y socioemocional. Por lo tanto, por seguir la inercia, estamos construyendo una receta de vida que no es alentadora para el bienestar de nuestros niños y futuros adultos.
Sin embargo, somos seres inteligentes y hemos logrado buscar diversas maneras de contrapesar esta situación. Por ejemplo, ha irrumpido una corriente de especialistas de distintas áreas de la salud que promueven la importancia de desarrollar una crianza respetuosa, fortaleciendo los vínculos afectivos. También se han hecho campañas para la inclusión del padre en la cuidado de los lactantes, entre varias estrategias para fortalecer la salud mental en los primeros años de vida. Incluso existe actualmente un movimiento de padres que busca generan una disminución en las tareas para el hogar, ya que debido a eso habría sido el objetivo de alargar la jornada escolar.
Otro ejemplo es la influencia que ha llegado del oriente, como el uso de terapias alternativas y en especial el aumento de prácticas de yoga y meditación. Es aquí donde nos vamos a detener. Mindfulness es un ejemplo de ello, que se puede usar en el día a día, está al alcance de todos, no requiere de mucho tiempo y ya está estudiado que aporta a mejorar los niveles de bienestar, disminuye el estrés, favorece la concentración y el autoconocimiento. La definición de Mindfulness o Atención Plena es una forma particular de atención que es en el momento presente y sin juicios de valor, la cual genera mayor conciencia de uno mismo, claridad y aceptación de la realidad en el presente (Kabat-Zinn, 1994). Es una manera de estar conectado con uno mismo y el entorno, estando consciente del momento en el presente. Tendemos a funcionar pensando en el pasado o en el futuro, y en un modo de piloto automático, es decir, desconectados de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones. Tenemos mucho que aprender mirándonos hacia adentro, conociendo cómo funcionan nuestros pensamientos, qué sentimos en diferentes situaciones y cómo reaccionamos frente a éstas, sin enjuiciar, solamente aceptar porque eso es lo que somos. Las personas que lo practican aseguran que es muy liberador, genera crecimiento personal y un mayor logro de sentimientos de felicidad, ya que las decisiones tomadas tienen un sentido y coherencia con los propósitos de vida. Además, produce un cambio en la disposición con que se enfrentan los conflictos, generando una postura más amorosa, empática y responsable con el entorno.
La aplicación de Mindfulness en los niños ha sido un tremendo aporte para tratar el estrés, falta de autoestima, déficit atencional, problemas conductuales, excesivo perfeccionismo y ansiedad. Sin embargo, su uso es beneficioso para todos los niños y niñas, ya que es una práctica protectora frente al estrés y la ansiedad. A continuación damos algunas prácticas que pueden desarrollar con sus hijos:
1. Elegir un momento del día para meditar con su hijo. No importa si son inquietos, distráctiles, ya que con práctica constante y hábito lo logran sin dificultad. Pueden enseñarles a respirar profundo (inspirar inflando el estómago como si tuvieran un globo adentro que se infla cada vez que inspiran), luego contar hasta tres (si son pequeños decir una palabra de 3 sílabas) y finalmente expirar lentamente. Pueden pedirles que cierren sus ojos y enseñarles a que pongan atención a sus sensaciones físicas, emociones y luego pensamientos, uno a uno y en forma paulatina. Esto puede durar 3 minutos al principio e ir incrementando con el tiempo. Si meditan 10 minutos cada mañana ya pueden lograr cambios importantes.
2. Cuando salga con su hijo, incentive que detenga sus pensamientos para mirar y fijarse en el entorno. Por ejemplo, observar las hojas de los árboles, los colores del cielo, que sea consciente de los olores o de los sonidos de los pájaros. Si están caminando por el parque, están caminando por el parque, no están en la sala de clases, en la discusión con el hermano, etc. Es necesario hacerlos vivir el presente, conectarse con la experiencia. Y para los padres puede ser muy enriquecedor desconectarse de la oficina, de las tareas pendientes y estar en la experiencia misma de mirar y sentir el entorno con su hijo, disfrutando esa conexión. Imagínese cómo eso impacta si se da el tiempo de salir a compartir con su hijo por media hora: a pasear, caminar, mirar, sentir, dejando atrás el celular y con ello las preocupaciones.
3. El estado de atención plena se puede extrapolar a diversas situaciones. Por ejemplo, en la alimentación. ¿Cuánta atención ponen los niños en lo que comen, la cantidad, los sabores, las sensaciones de saciedad, de ansiedad? Es frecuente que coman rápidamente sin darse cuenta de los sabores, texturas, olores ni si están comiendo por ansiedad o hambre. Por lo tanto, se recomienda enseñarles a comer con tiempo, calma y a tomar conciencia de las sensaciones que produce la comida junto al acto de alimentarse.
Existen diversas maneras de promover la práctica del Mindfulness, pero es importante saber que ustedes como padres son el modelo por el cual sus hijos aprenderán, por lo que es necesario llevar el ejemplo, e intentar partir uno mismo con estos ejercicios. Requiere práctica y constancia, pero si lo llevan a cabo verán lo necesario que se vuelve para vivir más conectados, tanto con nosotros mismos como con nuestro entorno.
Claudia Brett. G
Psicóloga